lunes, enero 12, 2009

La visita de mi hermana

La invitaba por el MSN, como tantas veces lo había hecho casi con la certeza de que por su trabajo y su familia me diría que no.
-En la tarde vamos al barco pirata ¿Quieren venir?
Del otro lado de la pantalla mi hermana no respondía, solo veía el cursor parpadeante como los dedos que golpean uno a uno sobre la mesa en un gesto de impaciencia.-Pues ya nos andamos animando- contestó
Mi esposo sabiendo que cuando algo me emociona me da por aplaudir corrió a la habitación para que le compartiera la noticia.
Como niños organizando una fiesta saltamos y corrimos de lado a lado de la casa armamos el plan para recibirlos a tiempo. La casa estaba hecha un desastre; era el primer sábado después de las fiestas y habíamos acordado limpiar el domingo. El refrigerador, aunque todavía lleno de los congelado que mandó mi suegra, no contaba con lo básico dado a la cantidad de alimentos que quedaron prohibidos en esta casa. Eso sin mencionar que la de mi hermana es una familia de 5 y que sus tres hijos comen como si trabajaran a pesar de su corta edad.
Así nos dividimos las tareas y parecíamos una de esas películas mudas a blanco y negro y en cámara rápida. Juraría que hacíamos tres cosas a la vez.
Ya en el súper trataba de adivinar que comen y con que se entretienen los niños de esa edad. El instinto maternal no me ha hecho siquiera una visita de cortesía lo cual me ha llevado a convivir poco con niños de cualquier procedencia.
Se llegó la hora, la comida estaba casi lista, la casa reluciente, los anfitriones bañados, peinados y dispuestos. Así llegó mi hermana, con su familia y sus maletas. La plática se volvió de lo más amena. Mientras los alimentábamos de mariscos ellos alimentaban mi ego repitiendo una y otra vez lo buena que había salido la comida. Satisfechos todos nos fuimos al muelle. A lo lejos se veían las luces del barco pirata acercase con todo y sus fuegos artificiales. Corrimos para alcanzar la última función. Ya arriba todos nos divertimos como niños.Justificar a ambos lados
Al terminar dimos un recorrido por los alrededores de la plaza para terminar en casa ya en calidad de trapo.
Al día siguiente la excursión nos llevó a la playa. Por un momento había olvidado lo que me gusta la playa en invierno. El viento corría fresco y los sobrinos brincoteaban buscando piedras extrañas y haciendo castillos en la arena.
Se acabó la fiesta. Mi hermana, su familia y sus maletas se volvían a Hermosillo y nosotros regresábamos a casa, esta que ahora se sentía tan grande y silenciosa.
Por un par de días en esta casa hubo 7 personas, 2 perros, un par de chistes malos y mucho amor.
Gracias visitantes, ojalá y vuelvan pronto.