La invitaba por el MSN, como tantas veces lo había hecho casi con la certeza de que por su trabajo y su familia me diría que no.
-En la tarde vamos al barco pirata ¿Quieren venir?
Del otro lado de la pantalla mi hermana no respondía, solo veía el cursor parpadeante como los dedos que golpean uno a uno sobre la mesa en un gesto de impaciencia.-Pues ya nos andamos animando- contestó
Mi esposo sabiendo que cuando algo me emociona me da por aplaudir corrió a la habitación para que le compartiera la noticia.
Como niños organizando una fiesta saltamos y corrimos de lado a lado de la casa armamos el plan para recibirlos a tiempo. La casa estaba hecha un desastre; era el primer sábado después de las fiestas y habíamos acordado limpiar el domingo. El refrigerador, aunque todavía lleno de los congelado que mandó mi suegra, no contaba con lo básico dado a la cantidad de alimentos que quedaron prohibidos en esta casa. Eso sin mencionar que la de mi hermana es una familia de 5 y que sus tres hijos comen como si trabajaran a pesar de su corta edad.
Así nos dividimos las tareas y parecíamos una de esas películas mudas a blanco y negro y en cámara rápida. Juraría que hacíamos tres cosas a la vez.
Ya en el súper trataba de adivinar que comen y con que se entretienen los niños de esa edad. El instinto maternal no me ha hecho siquiera una visita de cortesía lo cual me ha llevado a convivir poco con niños de cualquier procedencia.
Se llegó la hora, la comida estaba casi lista, la casa reluciente, los anfitriones bañados, peinados y dispuestos. Así llegó mi hermana, con su familia y sus maletas. La plática se volvió de lo más amena. Mientras los alimentábamos de mariscos ellos alimentaban mi ego repitiendo una y otra vez lo buena que había salido la comida. Satisfechos todos nos fuimos al muelle. A lo lejos se veían las luces del barco pirata acercase con todo y sus fuegos artificiales. Corrimos para alcanzar la última función. Ya arriba todos nos divertimos como niños.
Al terminar dimos un recorrido por los alrededores de la plaza para terminar en casa ya en calidad de trapo.
Al día siguiente la excursión nos llevó a la playa. Por un momento había olvidado lo que me gusta la playa en invierno. El viento corría fresco y los sobrinos brincoteaban buscando piedras extrañas y haciendo castillos en la arena.
Se acabó la fiesta. Mi hermana, su familia y sus maletas se volvían a Hermosillo y nosotros regresábamos a casa, esta que ahora se sentía tan grande y silenciosa.
Por un par de días en esta casa hubo 7 personas, 2 perros, un par de chistes malos y mucho amor.
Gracias visitantes, ojalá y vuelvan pronto.
-En la tarde vamos al barco pirata ¿Quieren venir?
Del otro lado de la pantalla mi hermana no respondía, solo veía el cursor parpadeante como los dedos que golpean uno a uno sobre la mesa en un gesto de impaciencia.-Pues ya nos andamos animando- contestó
Mi esposo sabiendo que cuando algo me emociona me da por aplaudir corrió a la habitación para que le compartiera la noticia.
Como niños organizando una fiesta saltamos y corrimos de lado a lado de la casa armamos el plan para recibirlos a tiempo. La casa estaba hecha un desastre; era el primer sábado después de las fiestas y habíamos acordado limpiar el domingo. El refrigerador, aunque todavía lleno de los congelado que mandó mi suegra, no contaba con lo básico dado a la cantidad de alimentos que quedaron prohibidos en esta casa. Eso sin mencionar que la de mi hermana es una familia de 5 y que sus tres hijos comen como si trabajaran a pesar de su corta edad.
Así nos dividimos las tareas y parecíamos una de esas películas mudas a blanco y negro y en cámara rápida. Juraría que hacíamos tres cosas a la vez.
Ya en el súper trataba de adivinar que comen y con que se entretienen los niños de esa edad. El instinto maternal no me ha hecho siquiera una visita de cortesía lo cual me ha llevado a convivir poco con niños de cualquier procedencia.
Se llegó la hora, la comida estaba casi lista, la casa reluciente, los anfitriones bañados, peinados y dispuestos. Así llegó mi hermana, con su familia y sus maletas. La plática se volvió de lo más amena. Mientras los alimentábamos de mariscos ellos alimentaban mi ego repitiendo una y otra vez lo buena que había salido la comida. Satisfechos todos nos fuimos al muelle. A lo lejos se veían las luces del barco pirata acercase con todo y sus fuegos artificiales. Corrimos para alcanzar la última función. Ya arriba todos nos divertimos como niños.
Al terminar dimos un recorrido por los alrededores de la plaza para terminar en casa ya en calidad de trapo.
Al día siguiente la excursión nos llevó a la playa. Por un momento había olvidado lo que me gusta la playa en invierno. El viento corría fresco y los sobrinos brincoteaban buscando piedras extrañas y haciendo castillos en la arena.
Se acabó la fiesta. Mi hermana, su familia y sus maletas se volvían a Hermosillo y nosotros regresábamos a casa, esta que ahora se sentía tan grande y silenciosa.
Por un par de días en esta casa hubo 7 personas, 2 perros, un par de chistes malos y mucho amor.
Gracias visitantes, ojalá y vuelvan pronto.
1 comentario:
It was!
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