miércoles, febrero 23, 2011

El amor, unos años después.


Habían pasado unos años. No pensé que siguiera en la ciudad porque en tanto tiempo nunca nos habíamos topado ni por accidente.

Muchas veces pensé en hablarle pero las cosas habían terminado realmente mal entre nosotros. ¿Para qué le habría de buscar? ¿Qué le podía decir?

Un correo de dos líneas con un saludo casual salió de una computadora en el patio de la casa de mi madre hacia un destino desconocido.

Más de quince días habían pasado cuando tuve una respuesta. Un saludo cordial y un número de teléfono.

Marqué y la voz del otro lado era diferente, un poco más profunda y serena, pero al mismo tiempo seguía siendo igual, con la misma dulzura de un chiquillo.

No recuerdo bien la conversación pero acordamos vernos.

Cuando estuve frente a él nuestras manos (temblorosas) se encontraron para saludarse. Sentados lado a lado empezamos las preguntas que nos ayudarían a pintar el cuadro de esos años que perdimos. La imagen no era la más bella, pero por lo menos era honesta.

Los días se siguieron juntando y las horas juntos se iban volviendo más. Nuestras manos se encontraban con más facilidad y nuestros brazos parecían no haberse olvidado.

Hoy han pasado poco más de 4 años desde que prometimos que sería para siempre y lo pusimos por escrito.

Algunas veces pensé en escapar, pero como él bien lo dijo, eso ya lo habíamos hecho. Ahora era tiempo de quedarse y construir.

Hoy volvimos a hablar de nuestros planes a futuro y de los que vendrán, siendo una parte suya y una parte mía y testimonio de lo que fuimos.

Cuando pensó que no veía, le miré analizando el juguete que seguramente será el primero. Lo vio con cariño y con un suspiro lo dejó de nuevo en su lugar.

El tiempo aun no se ha llegado y hay más amor que los protagonistas de esta historia deberán escribir.

Pero el momento llegará en el que corrijamos la geografía, en que los amigos vuelvan y nuestros padres escuchen (por fin) la noticia.

Por lo pronto la que escribe seguirá escribiendo y por las noches irá a dormir en los brazos de aquel que sereno, pero ilusionado, le regresó el correo de dos líneas con un saludo y un teléfono.

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