miércoles, marzo 11, 2009

A un par de horas

No me quedan más que un par de horas. La mañana de hoy con la llamada de la despistada de mi hermana que confundió los días, me regaló la primera felicitación.
Algo no es igual este año. En parte por que será la primera vez que no tenga a la familia completa cerca para llenarme de abrazos y hablar por un par de horas en nuestra tradicional salida a comer. Esta vez nos quedamos solos, esposo y yo, para inventarnos juntos el día completo. Esta vez las velitas vienen con una nueva década; los treinta.
Hace un par de días lo comentaba con las amigas. Algo cambia, algo te hace saber que no es un cumpleaños cualquiera. Pensé que al llegar a esta edad mi vida estaría más resuelta que desordenada; que estaría trabajando en lo haría para siempre, que sabría y tendría lo que quisiera para ese momento. Nada más lejos de mi realidad. En cambio estoy viviendo la transición de encontrar lo que me hace feliz, entenderlo, perseguirlo y (por que no?) hasta alcanzarlo.
Me doy cuenta que para los padres nunca crecemos realmente y que sus opiniones (y decisiones) no van perdiendo peso con los años.
Entiendo que los sueños no se pierden sino que se transforman en algo que se parece más a la realidad, que los gustos siempre tienen lugar en la rutina diaria y la felicidad se encuentra en todos lados, si se sabe buscar.
Queda solo hora y media. Llega para mi una nueva etapa, una nueva historia. Han pasado treinta que no son ni parecidos a los que me imaginaba; no he plantado un árbol, escrito un libro o tenido un hijo. Aunque si parezco tener más aventuras que contar que las que tienen la gente "normal".
Así dejo ir a mis veintes, sin tristeza ni reclamos. Fueron generosos, desenfrenados, angustiantes, imprudentes y felices. Se van sin llevarse nada que aún sea mio.
Bienvenidos mis treintas y con ellos las aventuras que traerán consigo.

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