jueves, marzo 05, 2009

El día que conocí a la Posta


Eran la sorpresa de la fiesta. Estaban ocultos dentro de la casa mientras el resto convivíamos en el patio. Con los Beatles sonando de fondo, las botanas sobre la mesa y las copas que parecían nunca vaciarse la tarde se quedó dormida dejando en su lugar un montón de lucescitas encendidas en el cielo. El clima era bueno, fresco, nuevo; raro en este desierto.
La gente no pedía nada, la compañía era lo suficientemente buena como para no necesitar nada más. Y aún así las sorpresas se seguían acomulando.
Me escabullí de la mesa para entrar a la casa donde me quedé tantas noches; tantas que perdí la cuenta.
Buscaba ser hospitalaria, aunque no me correspondía al no ser ni anfitriona o festejada, pensé en la amabilidad que otros han tenido conmigo cuando estoy fuera de casa.
Dentro me encontré a 4 muchachos (Yaz había salido) ansiosos por salir a hacer lo suyo... cantar.
Platicamos un poco de lo que la música significa para nosotros; sobre una nota puesta en el lugar y el momento correcto, sobre sus experiencias y sus sueños. Hablamos de esta familia que cada vez me convezo más que en cuanto a código de conducta no estamos tan lejos de ser (como dice Jack) los Corleone.
A pesar de que el atractivo visual era alto, ni la ropa ni los bailes superaban las voces inteligentemente acomodadas para crear armonías. Un concepto revolucionario... un grupo de cantantes ¡que si cantan!
La experiencia me dejó con un renovado amor a la música (a la sustanciosa) y una nueva noción de los que se encuentran dentro de mi televisor. Al parecer hay algunos dentro de ella que todavía practican la cortesia y la hermandad.
Fue un divertido fin de semana y el perfecto inicio de un mes lleno de fiesta.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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