viernes, enero 30, 2009

El menor de dos males

En el camino que para mi empezó el Septiembre pasado he visto mi vida transformarse ante la mirada sorprendida de los que me rodean. ¿Qué provocó en mi esa necesidad de cambiar? Creo que esa es la pregunta que más he escuchado. A decir verdad había caído tan hondo que el único lugar a donde podía ir era hacia arriba.
No pretendo decir que me he librado de mis malos hábitos, que ya estoy del otro lado. Al contrario, creo que es una lucha diaria por no volver a donde honestamente siento que aún tengo un pie adentro.
Sin embargo me hes difícil entender y solapar a ese par de amigas que todavía están cayendo. Duele un poco escuchar las historias de la amiga que decide permanecer en ese matrimonio que tanto mal le hace por miedo a las amenazas de la familia política de quitarle a su hijo; o la otra que por falta de "opciones" regresa a la casa donde solo recibe insultos y maltratos después de darse cuanta que su príncipe con solo un par de besos se convirtió en sapo.
Y recuerdo los días en lo que viví sola. Después de encontrar el balance entre las responsabilidades financieras y las fiestas pude disfrutar de un tiempo para mi. Me hice de mis rutinas en las noches donde Serrat me cantaba mientras tomaba Navarro Correas leyendo el libro de Benedetti que me había quedado como recuedo de un mágico fin de semana de carretera.
Sabía que la misma gente que hoy me acompaña estaba solo a un telefonazo de distancia y eso era reconfortante. Pero era tiempo para mi, en el que debía aprender a sobrevivir con mi compañía.
Así pasaba las tardes, recorriendo de lado a lado la casita que había conseguido en la orilla de la ciudad, hablando sola la mayoría del tiempo, cantando fuerte para que el silencio no me sofocara, pensando en el ir y venir de los recuerdos que antes parecía haberse marchado a un sitio mejor.
Tuve tiempo de analizar mis manos y sus lineas, mi cabello con el que la mayoría de los días tenía fuertes discusiones, la familia a la que Jack compara con los Corleone y cada relación fallida que me indicaban a gritos un gran temor a comprometerme.
Es verdad que pasé carencias, unas resultado de mi mala administración y otras, más emocionales, por el autoexilio al que me sometí por ese tiempo.
Pero al final disfruté cada minuto, cada momento. Formé y entendí mi propio concepto de libertad. Distribuí mi tiempo como mejor me pareció, elegí todo sin la opinión de nadie, dormí a pierna suelta sabiendo que el espacio, las luces y los sonidos de la casa entera eran solo para mi.
No se si aprendí mucho o poco de esa experiencia pero la volvería a vivir sin pensarlo. Y así me guardo el delicioso sabor de aquellos días entre las memorias de mis caprichos conseguidos.
Entiendo a la que se refugió en el mejor de sus dos males a curarse un corazón roto. Me hubiera gustado acompañarla en ese tramo de su camino para decirle que tenía más opciones, que no debía volver al menor de sus dos males.
Y es que ese traicionero corazón arrugado parece siempre buscar las malas compañías cuando se siente quebrado. Ojalá y el paso de los días le lleven un curita que le de valor de buscar aires nuevos, que la traiga al puerto a oler el mar y caminar sobre la arena con una taza de té y un par de horas para hablar mal del sapo que la dejó chiflando.
Por lo pronto me guardaré mis ideas para cuando ella esté lista, para cuando no le quede más remedio que avanzar hacia arriba.

1 comentario:

La pequeña dijo...

como estas?

parece que andas un poco deprimida, o mas bien tambalenado.

Desde aqui no puedo hacer mucho, pero tu sabes que simpre te deseo lo mejor.

Se fuerte! Yo se que si tu has llegado a donde estas, es porque puedes subir mas.

No te desanimes!

te quiero mucho :)