Esto de andar con extranjeros me ha llevado a hacer las cosas que, a pesar de ser típicas de mi tierra, nunca había hecho. Y es que teniendo todo tan a la mano hay veces que no apreciamos ni aprovechamos lo que tenemos. Así fue que este año, tan lleno de primeras veces, fui por primera vez al festejo del día de muertos. El panteón Yañez, el de más tradición en Hermosillo, se vistió de colores entre las flores y el papel picado. Estaba lleno de altares dedicados a María Félix, Héctor Espino, Sor Juana, Colosio, Miguel Galván, Cri Cri y esos son solo los que vienen a mi desmemoriados recuerdos.
Este altar a los Aztecas donde una calaca con muy buen ritmo y guayabera tocaba un tambor que hacía bailar a nuestros elegantes antepasados. Ellos fueron los ganadores del concurso de Altares de muertos de ese Panteón.
Este altar a los Aztecas donde una calaca con muy buen ritmo y guayabera tocaba un tambor que hacía bailar a nuestros elegantes antepasados. Ellos fueron los ganadores del concurso de Altares de muertos de ese Panteón.
Una simpática y altanera María Félix volvía del más allá con sus aires de diva y cigarrillo en mano para posar gustosamente frente a cuanta cámara encontraba.
Y saliendo nos topamos a la catrina del brazo de un guapo pachuco con el que baila 2 veces por semana en el Salón México. Y aunque llegamos tarde para verlos en vivo en este festejo, contagiaban de buen humor y posaban pacientemente correspondiendo a toda petición.
Si los extranjeros se van (por lo menos salen temporalmente de mi historia) seguiré asistiendo a esos eventos que nos hacen tan diferentes, que son tan curiosos, que nutren nuestra sed de raíces y que uno ignora pensando que siempre estarán ahí, que siempre habrá tiempo.
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