En los nuevos días

Estos días de carretera nos han cambiado la dirección. Ahora mi casa del sur me resguarda. Por acá el calor es distinto, son menos grados pero se siente más. Las tardes normalmente hacen cantar al viento una balada que hace bailar a mis puertas. El menú de medio día ahora incluye uno que otro pescado y una receta de mi infancia de caracoles. Solo nos hemos tomado un día para ser turistas; hemos decidido primero cumplir las promesas de este cambio (que por cierto, estamos cerca). Por las noches el hombre de pelo tan chino y tan negro riega nuestro jardín. El teléfono suena mucho menos y las cerezas se han quedado en el refrigerador. A esta casa ya no entra humo de cigarro (no por decisión sino por olvido). Hay veces que la casa se siente sola aunque aún no los conoce se que extraña a los amigos. Solo a recibido a un par de locales que sufrían de imprudencia. El vecino y su verdugo se han hecho amigos de nuevo, lo cual hace de mis mañanas más silenciosas; esta historia la contaré después, fue bastante entretenida. Tenemos todo lo necesario y un poco más a unos quince minutos caminando. En general la estancia a sido muy tranquila, excepto cuando mi perro se comió una hormiga y me lo encontré con el hocico hinchado. Los días nos amanecen más temprano y se terminan igual. Y mientras me ilumina la pantalla que me conecta con el mundo espero el momento en el que lleguen los amigos o salgamos a descubrir el puerto. Hasta entonces.