jueves, junio 23, 2011

El guante

Veníamos llegando de viaje. Después de varios días de desvelos llegamos directo a trabajar con una larga lista de pendientes esperándonos en casa.

Empezamos a preparar la ruta del día cuando escuchamos un llanto escalofriante, el doloroso llanto de un perrito lastimado. No pudimos seguir conversando, aquel sonido era desgarrador.

Buscamos el origen, pensando que de alguna manera pudiéramos ayudar. Nuestra vecina había atropellado a un cachorrito y lo dejó a su suerte.

No pudimos evitar involucrarnos, era el cachorro con los ojos más dulces que he visto. No se veía muy lastimado pero si muy asustado. Lo envolvimos en una toalla vieja y llevamos al veterinario.

Nos confirmó que no tenía nada grave, podía caminar y nada parecía estar quebrado. Le dio antibiótico y al día siguiente lo llevamos de nuevo para desparasitarlo y darle un baño antipulgas.

El cachorro se había transformado. De ser un perrito sucio y flaco pasó a ser un cachorro regordete y esponjadito. Resultó ser un pastor australiano. Planeábamos cuidarlo hasta que se repusiera y buscarle un hogar. Rápidamente encontramos familias interesadas en adoptarlo.

Lo llamamos “guante” por el aguante que había demostrado ante la situación adversa a la que se enfrentó durante sus 2 meses de vida.

El guante recibió sus medicamentos, una pijama, un collar y un platito para tomar leche. Pero sobre todo recibió mucho cariño de los que pasaron en esos días por esta casa. Y es que como no darle todo tu cariño a una criatura tan dulce y tan necesitada de amor. Con cada caricia te regalaba una mirada de agradecimiento a cambio.

Desde el lunes dormí en el sillón de la sala para cuidar su sueño. Su pequeño estómago parecía no acostumbrarse a la comida que aquí le dimos (o más bien que intentamos darle) pero solo parecía aceptar el agua, la leche y el suero.

Siempre pegado a mis pies en busca de un poquito de afecto, el guante luchó con todas sus ganas para reponerse. Anoche noté como me observaba, cada vez que me desperté en la madrugada lo sorprendía mirándome, casi como si quisiera platicar conmigo.

Esta mañana el pequeño guante simplemente no pudo seguir luchando. Trató de voltear a verme, pero ya no tenía fuerzas ni siquiera para mover su cabeza. Aspiró con mucha fuerza, como luchando por alcanzar aliento y después, simplemente dejó de respirar, dejándonos con una enorme tristeza.

El guante tuvo, en sus últimos días, todo el cariño que le faltó en sus primeros 2 meses de vida. Tuvo brazos para refugiarse y tuvo quien velara sus sueños.

No se si tenga el valor de repetir esta historia en algún momento de mi vida, pero por lo pronto le agradezco a mi pequeño guante la oportunidad que me dio de conocerlo, de quererlo y de sentirme la persona más importante en la vida del perrito más dulce que haya conocido.


No hay comentarios: