Había tomado la decisión de no tener pareja. Quería disfrutar de la casa en la que vivía sola, crear mis pasatiempos y mis pensamientos. Quería más noches con amigas, más comedia en el cine y menos drama en mi vida.
En esas andanzas encontré al compañero perfecto. Uno que realmente no le importaba mi maquillaje o mi vestimenta, alguien que se fascinaba fácilmente con cualquier historia que le contara.
Es verdad, él en ese tiempo solo tenía dos años, pero realmente sosteníamos las conversaciones más entretenidas que pueda imaginar.
El mundo por sus ojos se veía grande, seguro y lleno de fantasía. Él en mi encontraba historias viejas, anécdotas de los lugares y las personas.
No se bien como nació su sobrenombre pero en la casa le decimos Zippo. Es mi sobrino y ahora que tiene 10 años aún sigue siendo una de las personas más entretenidas que conozco.
Es por eso que nos surgió la idea de invitarlo por una semana a nuestra casa. Esa semana le dará oportunidad de convivir con la naturaleza, encontrar un ojo de agua, nadar con los delfinas y convivir con los lobos marinos.
Esta idea no tendría nada de extraordinaria si no es porque será la primera interacción que esta pequeñísima familia tenga con un niño. Esta casa por primera vez escuchará la risa y los pasos de un pequeño.
Pensamos que con 10 años el riesgo es mucho menor y casi podemos asegurar que todos los involucrados terminaremos en una sola pieza.
Es un maravilloso experimento que me tiene emocionada y, aunque aún no han aceptado nuestra invitación, puedo imaginarme las tardes que pasaremos aquí y el amor que se va a desparramar por esta casa.
Can't hardly wait.